Camino de rosas (y espinas...)
(O… la importancia de saber encajar la derrota)
(O… la importancia de saber encajar la derrota)
Cada cosa que nos pasa en la vida, aunque
parezca insignificante, tiene una lección preparada para nosotros para hacernos
crecer (siempre y cuando sepas y aceptes las mejoras). Y que, aunque te parezca
mentira, cualquier persona, sin que te lo esperes, puede ser quien te enseñe
esa lección. Cualquiera puede ser tu maestro. Con que sepa algo más que tú y tú
quieras aprender, será suficiente.
Tus fracasos, Alicia, serán sólo tuyos. No
responsabilices ni culpes a nadie. Nunca. Incluso si crees que tienes motivos
para hacerlo y están justificados, no lo hagas.
No hables mal de quien ha ganado, porque si
ha ganado, es porque ha sido mejor. Pocas veces gana el atleta que menos corre
o saca mejores notas el que no ha estudiado. Siempre es al contrario: gana el
que corre más rápido y tiene mejor nota el que más estudia.
No te quejes en voz baja como preguntándole a
la vida por qué justo en el momento decisivo no decidió ponerse de tu lado,
porque no va a valer de nada. Y por supuesto, no quites valor a lo que consiguen
los demás, porque su sensación de felicidad es justo la que tu querrías tener.
Y seguro que también querrías que te hicieran sentir bien.
Ten en cuenta que siempre se puede hacer más
y hacerlo mejor. Nadie hace las cosas de manera perfecta y si alguien cree que
lo hace, no le hagas caso; seguramente esté equivocado.
Así que asume tus derrotas y asume que son
sólo tuyas, porque estas van a ser la llave para que sepas asumir también tus
éxitos si es que tienen que llegar.
Hay gente que vive muy tranquila y bien sin
grandes éxitos. Es otra forma de ver y proyectar la vida. Te puede parecer
mejor o peor, pero te diré que es más sano vivir sin querer tener demasiado éxito
que vivir obsesionado por él.
He de confesar que yo he pasado (y paso a
menudo) por esa fase de querer tenerlo todo y tenerlo ya. No es agradable
querer correr cuando hay cosas que simplemente, de repente, llegan.
Sería bueno que entendieras, que la mayoría
de las derrotas te golpean de repente. No avisan, y así, sinceramente, duelen
más. Sentir que se te escapa lo que tenías como se te puede escapar el agua
entre las manos, es doloroso. Es así de cruel y así de cierto. Afróntalo, no
quedan más opciones… La serenidad puede ser un buen aliado. Saber que cuando
una situación no tiene más alternativas que la realidad, lo mejor es levantarse
y seguir haciendo camino. Nadie encuentra el camino correcto sin
haberse perdido varias veces.
Que critiques a quien ha sido mejor que tú tampoco
te va a servir de nada y sólo te hará parecer
prepotente y aunque en esas situaciones creas que no es posible, ser humilde te
ayudará a ver las cosas de forma menos negativa.
Quien gana, en ocasiones, no controla la
euforia desmedida y puede parecer que quisiera recrearse más en tu derrota que
en su propia victoria; no hagas caso, todos tenemos momentos en los que el éxito
nos nubla sin darnos cuenta de que sin querer podemos molestar y parecer, que
estamos pecando de soberbios. Controlar las emociones es una tarea difícil e
injustamente criticable, sobre todo cuando son emociones positivas.
Si aprendes a perder,
aprenderás a ganar. Es así de simple.
El éxito no se mide por lo que
tienes, sino por como haces uso de ello y la felicidad que te reporta. Tener muchas cosas y no saber
disfrutar ninguna, debe de ser una sensación horrible. Aún así, podría dar la razón
a aquellos que piensan que es más fácil recrearse en lo negativo que en lo
positivo. Puede ser que estén lo cierto.
Yo estoy tratando de aprenderlo.
El fin de semana pasado, hemos estado de
vacaciones por primera vez desde que has nacido. Hemos estado todo el tiempo
juntos, casi sin dejar de tocarnos. Te he dormido, te has despertado cada
mañana y yo estaba a tu lado para verte sonreír nada más abrir los ojos, te he
metido en la bañera conmigo y entre mis piernas te hemos bañado, te he vestido,
te he puesto el pijama, te he mojado el pelo cuando tenías calor y te he dado
todas las caricias que me ha dado tiempo.
Pero como todas las vacaciones, sean largas o
cortas, siempre se acaban. Dicen por ahí que hay una cosa que se llama síndrome
postvacacional, y es que la gente vuelve de las vacaciones con ciertos síntomas
de depresión por haber acabado el descanso y tener que volver a la rutina
cotidiana.
¿Te imaginas qué
fácil y qué bonita sería la vida si en vez de volver de las vacaciones con “síndrome postvacacional” la gente
volviera con el “síndrome de la superfelicidad”?
Yo he vuelvo
tan feliz de haber podido pasar tantas horas contigo y haberte conocido un poco
más…
Conforme vayas creciendo te darás cuenta de
que vivimos muy rápido y que no disfrutamos de lo que hacemos hoy porque
estamos preocupados por los problemas que vamos a tener mañana. Que no
disfrutamos el último fin de semana de las vacaciones porque ya estamos
pensando en el lunes siguiente.
Tu madre siempre dice que me organizo
regular. Yo creo que no, pero bueno. Pero a pesar de eso, estoy aprendiendo
poco a poco a clasificar las cosas en muy importantes, importantes o sin
importancia. Y dedicarles el tiempo que la importancia requiere.
Irnos de vacaciones no era importante, lo que
era muy importante era pasar tiempo con vosotras. Volver a casa no era
importante, lo que era muy importante era volver los tres juntos después de
haber estado pasando juntos todo el tiempo. Que se acaben las vacaciones no era
importante, lo que era muy importante es que han sido las primeras. Y por eso,
merecían un par de párrafos aquí. Para que sepas, cuando seas mayor, que en Junio
de 2016 hiciste tu primer viaje.
Acostúmbrate porque la vida va a estar llena
de viajes. De kilómetros de vivencias que harán que poco a poco se defina tu
personalidad; seas como seas, aprende siempre a sacar lo mejor de todas y cada
una de las vivencias, incluso te diría que más de las negativas que de las
positivas. Pero de todas.
Me gustaría que tuvieras la capacidad
suficiente para saber qué cosas son importantes realmente y cuales no lo son.
Qué cosas son realmente dignas de tu atención y de tu más sincera entrega y qué
cosas van a pasar por tu lado sin que tengas que hacerles caso.
Busca como modelos a seguir a
quienes sean capaces de reconocer cuando han perdido y se han equivocado pero también
se sientan orgullosos de haber fracaso después de haberlo intentado sin parar.
Puedes perder, pero sin haber dejado de intentarlo.
Si consigues hacer eso, no
sólo sabré que eres inteligente sino que tienes criterio para elegir en qué
espejos mirarte y a quien confiar, aunque no lo sepa, tu aprendizaje.
Si por un casual somos
nosotros tus modelos de dónde quieres aprender y un día de repente ya no ves nada
más que puedas aprender, será un orgullo saber que todavía tienes mucho camino
por delante para ser mucho mejor de lo que somos nosotros.