(…Ni decirte la palabra amor…)
Yo solo quiero que seas un trozo de mí. El mejor, por favor. Yo quiero que seas un trozo de mí y te conviertes en ti misma, en todo lo que seas capaz de llegar a ser. Cuando te digo que seas un trozo de mí no me refiero a que seas igual que yo; no tiene nada que ver con eso. Yo quiero que seas infinitamente mejor que yo.
Yo no quiero ser sólo tu padre, yo quiero ser el sitio al que vuelvas cuando estés herida y quiero ser la persona que haya hecho tu vida lo suficientemente feliz para cuando te hayas hecho mayor, y seas quien quieras ser, sientas aunque sólo sea por un segundo, que quieres abrazarme mientras lloras de alegría agarrándome por la espalda.
Yo solo quiero que seas un trocito de mí. El mejor, por favor, aunque sea pequeño, pero el mejor. Tienes dos años y he pasado muchas horas mirándote, fijándome en cada movimiento tuyo y cada gesto. Y no me ha pasado ni una, ni dos, ni tres veces que me he quedado sin palabras cuando he querido decir lo que siento cada vez que te cojo en brazos y apoyas la cabeza en mi hombro y siento como me respiras en el cuello.
Sé que me lo jugaría todo a una carta con tal de verte llegar muy alto, que yo te llevaría con mis propias manos a todos tus éxitos y mucho más allá. Aún más alto. Aunque me quedara sin nada. Verte alcanzar tus metas sería el mayor patrimonio que podría tener.
Yo solo quiero que seas un trocito de mí. El mejor, a ser posible. Aunque tenga la sensación que no es el mejor trozo del todo. Y creo que eso es bueno; será la mejor motivación para no relajarme sin bajar la guardia para no perder la oportunidad un solo minuto de día para ser mejor padre para ti.
Fíjate que yo nunca he sido celoso, quizás porque nunca haya creído que se me pudiera romper la vida por perder a alguien; y contigo soy celoso. Pero no te imaginas como de celoso soy con el tiempo, que pasa tan rápido y que es a la vez cómplice de todo lo bonito que vivimos por estar contigo y tan ingrato por no dejar de pasar tan deprisa.
Fíjate que yo nunca he sido celoso, quizás porque nunca haya creído que se me pudiera romper la vida por perder a alguien; y contigo soy celoso. Pero no te imaginas como de celoso soy con el tiempo, que pasa tan rápido y que es a la vez cómplice de todo lo bonito que vivimos por estar contigo y tan ingrato por no dejar de pasar tan deprisa.
Yo solo quiero que seas un trozo de mí. El mejor, por favor. Aunque tenga que vivir con el miedo a que finalmente no seas mejor que yo. Aunque no me pienso resignar y lo serás. Lo harás bien y rápido. Serás mejor que yo. Será como no dormir ninguna noche tranquilo por si mañana es el día en que te des cuenta que a lo mejor no soy quien esperas, lo que esperas o lo que quieres (que no es lo mismo).
Por eso no perdería la oportunidad de hacerte sentir viva cada día, por si en algún momento piensas que el camino se estrecha o se hace de noche, vuelvas a ver como se hace ancho y luminoso y como el día a día lleno de ternura te hace comprender que las cosas más hermosas de la vida son casi siempre las más simples. Y que las tienes delante. Y yo estaré tremendamente feliz de volver a dormir cada noche sabiendo que al día siguiente, tengo otra oportunidad de cuidarte y hacerte mejor (persona).
Y así pretendo irme a dormir cada noche a partir de ahora: feliz. Feliz de no irme a dormir ninguna noche enfadado contigo y con ningún tema por resolver. Porque cuando se hace de día, se empieza de nuevo, y pudiendo empezar el día con una sonrisa, ¿Quién es el idiota que lo cambiaría por un reproche?
No sé cuántas veces te lo he dicho ya, pero yo quiero que seas mejor que yo. Mucho mejor.
Reconozco que a veces soy muy pesado y no te dejo tranquila; te hago cosquillas, te toco el pelo, te doy besos muy rápidos y fuertes, te hago cosquillas otra vez, te toco el pelo (sí, otra vez), te acaricio la cara y te vuelvo a besar, todo eso en diez segundos; pero la verdad, que no tengo ninguna intención de dejar de ser pesado. Porque si dejas de ser pesado dando cariño, al final se te olvida. Y tratar de controlar las emociones, es de no tener ni idea.
Ojalá pueda alguien vivir un solo segundo la sensación de felicidad que tengo contigo y pueda sentir la emoción de tener dentro tantísimas ganas de hacerte feliz por encima de cualquier cosa. Ojalá, porque el mundo sería un sitio mucho mejor.
En el fondo, a veces pienso en si seré capaz de hacer todo el esto que te escribo. Porque seamos honestos, tú ya eres mucho mejor que yo. Tienes dos años y entiendes el perdón desde una pureza que yo ya no soy capaz. Tienes dos años y prefieres la alegría muy por encima de la tristeza, tanto que eres capaz de estar llorando y enlazar una carcajada con los ojos todavía empapados. Tu todavía (ya) tienes dos años pero entiendes el consuelo mejor que mucho adultos que tienen veinte veces tu edad. Tú tienes edad para conocer la espontaneidad desde la más absoluta riqueza emocional despertando a tu alrededor felicidad. Tú tienes la capacidad de llenar vacíos muy grandes con detalles muy pequeños.
Y hay tanta gente que es infinitamente mejor que yo, que realmente no me termino de creer que vaya ser capaz de conseguir todo esto. Pero lo que sí creo que es una cosa: que dentro de treinta años, cuando seas una mujer y hayas conseguido algunas de las cosas más importantes de tu vida y las compartas con nosotros dándonos las gracias por haberte ayudado a convertirte en quien seas, yo me acercaré a ti y diré al oído que no tienes ni idea: que eres tu quien me habrá enseñado a mí a vivir de otra manera mejor.
Aunque hoy ya, con sólo dos años, eres mejor que yo en muchas cosas. Pero en muchas. Y nos miramos antes de que te deje en tu cama cada noche para dormir y te siento como un trocito de mí. El mejor.
Fíjate si te siento tan mía, que para decirte lo que siento por ti ni siquiera he tenido que utilizar la palabra amor.