(O…como te ríes. Sonríes, más bien…)
Ya tienes dos meses. Y mucho genio.
Te enfadas cuando algo no te gusta y no te
piensas dos veces llorar dando gritos. Cuando lloras mucho, te tiembla el labio
de abajo y sinceramente, a veces no sabemos cómo consolarte. Sigues llorando y
lo único que te consuela, aunque no siempre, es sentirte pegada a tu madre
hasta que consigues dormirte.
Normalmente lo que tienes es sueño. Es lo que
más te cuesta: quedarte dormida. Una vez que te has dormido, pueden pasar
horas, pero hasta que lo consigues, entras en un bucle que a veces parece que
no se termina y vas de brazo en brazo hasta que consigues encontrar la postura para
cerrar los ojos de repente.
Te hemos comprado una bañera nueva en la que
no hace falta que yo te tenga cogida por la espalda y el cuello, sino que ya
puedes tumbarte y estar cómoda, para ver si así te tomas al baño como algo
relajante. Algunos días lo conseguimos. Otros, no tanto. Sacas genio y no hay
quien te tranquilice.
Con lo que sí hemos acertado es con el
secador de pelo. Te encanta. Te quedas totalmente extasiada mientras te secamos
el pelo y después te lo dejamos encendido cerca. Si te hemos sacado de la
bañera llorando, automáticamente dejas de llorar. A ese tipo de sonido, los
llaman “ruidos sordos”. Supongo que será más o menos lo mismo que cuando yo te
regañe cuando tengas quince años y me ignores; sabrás que estoy ahí haciendo
ruido, pero ni caso.
Tienes mucho genio porque sabes que así
tienes lo que quieres. Y porque, seamos honestos, cuando lloras, estás
negociando con nosotros. Negociaciones, que tú siempre ganas, entre otras
cosas, porque a ti te sobra todo el tiempo del mundo y a nosotros no. Un amigo
nuestro dice algo parecido y tiene razón.
Tienes todo el tiempo del mundo para
protestar por lo que no te gusta.
Ojalá cuando crezcas, sigas teniendo tiempo
para protestar por lo que no te guste. Que tengas el valor suficiente para
pelear por las cosas que piensas y por las que quieres conseguir. Esto en casa,
lo vas a ver desde pequeña; no nos damos por vencidos nunca. Podemos venirnos
abajo cuando algo no sale bien (yo más que tu madre), pero siempre volvemos con
más fuerza. Todo es cuestión de tener ganas y de conseguir ver a largo plazo.
La
frase “a largo plazo” siempre suele
ir acompañada de ideas y pensamientos estructurados. Es mucho mejor trabajar
poco a poco por algo que quieres y que llegue cuando tiene que llegar; a su
tiempo y con la intensidad justa para que después del esfuerzo, lo disfrutes. Verás
cómo es distinto a vivir con la ansiedad de querer tenerlo todo mañana. Esto lo voy a aprendiendo yo tambien. Ya casi lo controlo.
Ojalá cuando crezcas, tengas tiempo
suficiente para no perder negociaciones por no tenerlo. No me refiero a
negociaciones profesionales (esas ya te las enseñaré bien), sino a
negociaciones de valores, de ideas y de sueños.
No creas cuando te digan que todo en la vida
son sueños y que sólo hay que soñar las cosas para poder conseguirlas. Eso es
mentira. Para poder conseguirlas, hay que trabajar y caminar. Mucho camino y
muchos pasos. Sin pararte a tirar piedras
a cada perro que te ladre. Ojalá (¡ojalá!) cuando estés leyendo esto, hayas
podido comprobar que esto que te escribo es totalmente cierto.
Ojalá aprendas a afrontar los golpes tal y
como vienen, que normalmente es sin avisar. Que aprendas a entender y encajar
las pérdidas, no sólo las personales, sino las emocionales. Que cuando alguien
deja un hueco vacío en tu esquema de vida, es porque ese hueco tiene que estar
vacío y completarse por otra persona más adelante. O simplemente, quedarse
vacío.
Ojalá entiendas el valor de la amistad desde
pequeña; que sepas entender bien que la amistad bien cuidada te hará tener
familia de distinta sangre, pero familia. Que normalmente llamamos a mucha
gente amigo, pero que realmente, amigos de verdad, hay muy pocos. Tendrás
suerte si necesitas una mano completa para contarlos. Dales tu amistad sólo a
quienes la merezcan y te den la suya; estaréis poniendo en las manos del otro
algo muy valioso: la confianza.
Me encantaría que hicieras algo grande; el
otro día se lo decía a tu madre. Si ella podía imaginarse como sería que tú
descubras la vacuna a una enfermedad sin cura, o que seas la ingeniera que
cambia la forma de utilizar la energía, o que fueras una de las escritoras más
influyentes de tu tiempo o tenista de élite.
Después me quedé pensando, cuando os fuisteis
a dormir, en que realmente, a mí eso me da igual. En que yo lo único que quiero
es que seas la mejor, en lo que hagas (lo del tenis es innegociable…). Me da
igual en qué, pero la mejor. Que te sientas plena haciendo lo que más te guste.
Que lo que hagas te reporte tal satisfacción que consigas convertir tu trabajo
en tu pasión. Entonces, y sólo entonces, habrás allanado muchísimo el camino
para estar completa. Para ser feliz.
Ojalá un día sin darte cuenta, suene una obra
de música clásica y pienses en mí. En las horas que pasamos juntos, mirándonos
fijamente hasta que duermes. Me encantaría que te gustasen las mismas cosas que
a mí; compartiríamos tantas y tantas vivencias juntos. Y, ¿sabes qué pasaría si
te gustan cosas distintas? Que sería mejor incluso. Ya no sólo compartiríamos
vivencias, sino que compartiríamos puntos de vista e ideas. Y me imagino, que
llegar al punto en que tu hija te complete los argumentos con sus propias
ideas, debe de ser algo maravilloso.
Ya
tienes dos meses y te empiezas a reír. Sonríes, más bien.
Voy a poner todos mis esfuerzos en que vivas
sonriendo permanentemente. Se te ilumina la cara cuando te ríes y he de
confesar, que cada vez que te ríes trato de imaginarte tu boca con dientes. Que
consigas sacarle a todo una sonrisa, te convertirá en alguien afable y
simpática; cuando yo consiga hacerlo del todo bien (que ahora mismo trabajo en
eso a diario) te enseñaré a decir las cosas justo después de haber pensado todo
lo que vas a decir y en el tono exacto en el que tienes que decirlo, para no
quedarte corta y parecer que dudas ni para decirlo de forma brusca y que
parezcas prepotente.
Encontrar un punto medio en la forma en la que te diriges
a la gente cuando hablas, entre la amabilidad y la seguridad, a veces es
difícil, pero cuando se consigue, la comunicación con los demás, es muy fluida y hace que las cosas sean mucho más sencillas.
Que sepas comunicarte con cariño va a abrirte
muchas puertas y tienes que aprender a aprovecharlo;
Cuando te escribo estas cartas, no dejo de
hacerme un análisis permanente a todas las cosas que hago mal, que son muchas,
para ponerme de plazo para cambiarlas que tu puedas entenderme. Tenerte en casa
es la mayor motivación para conseguir cambiar las cosas que no nos dejan ser
felices del todo o aquellas cosas, que un pequeño esfuerzo, nos harían
sentirnos muchísimo mejor.
Tener la obligación de educarte es uno de los
mejores (y más difíciles) retos que he tenido delante y estoy seguro de que con
trabajo constante, tanto tu madre como yo lo vamos a conseguir. Vamos a ser un
buen equipo. El que ya somos. Y vamos a ser una familia preciosa. Como la que
ya somos.
Tú lo has convertido todo, porque antes éramos
dos y contigo, nos hemos convertido en una familia.
Ya tienes dos meses y tienes mucho genio. Y
te empiezas a reír. Sonríes, más bien.
Y cuando lo haces, paras el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario