domingo, 13 de noviembre de 2016

Viviendo deprisa

Viviendo deprisa
(O... como deberás una pausa con tu actitud)

Tienes ocho meses y ya empiezas a tener forma de ser. Empiezas a tener personalidad. Te enfadas y te alegras. Protestas y sonríes. Te sorprendes y te asustas.
Te das cuenta cuando algo no te gusta y lloras y te ríes cuando algo te hace gracia.

Todo esto lo haces por varios motivos, pero sobre todo, el más importante, es porque aún sólo eres un bebé y no tienes prejuicios de ningún tipo. Simplemente, reaccionas de la única manera que sabes: siendo tú.

Esto te puede parecer un tontería según con la edad con la que leas esto, pero habrá un momento en la vida, en la que entiendas el sentido que tiene. Porque vivimos en un mundo en el que es muy difícil ser como uno querría ser. Con el tiempo, y acostumbrada a tener que ser siempre de una manera para ser correcta en todo lo que hagas en los diferentes ámbitos de la vida, te darás cuenta que o no eres como te gustaría ser o que te has obligado a ti misma a ser de una manera distinta cuando estas con más gente.

Lo que te hará ser grande no es otra cosa que tú forma de ser. Y el modo en que la pones en funcionamiento: la actitud.

Y en tu forma de ser, sería bueno que fueran implícitas ciertas cosas que te harán ser mejor. Para terminar la frase, debería ser: que te harán ser mejor persona.

Mejor persona si llegas a entender que tu no decides lo que es justo y lo que no y sobre todo aceptarlo (luchar contra todo siempre no te va a traer nada más que noches sin dormir). La justicia, entendida como tal, aparece por si sola cuando realmente tiene que aparecer atraída por la buena fe de tus actos y tus palabras. Nunca creas que puedes tomarte la justicia por tu mano, porque perderás dos cosas, el derecho y la razón.

La razón cuando no se tiene, hay que aprender a reconocerlo. Será la única forma de que te des cuenta de que hay otros modos de pensar y de ver el mundo distinto al tuyo; quizás todos sean válidos.  Pensar de forma distinta no te hace ser mejor ni peor que los demás.

Los demás son todo lo que compone tu entorno. Ya te dije en otra carta que hablases con mucha gente, de aquí y de allá, que todo el mundo puede tener la solución a lo que buscas o la respuesta a tus preguntas. Pero tampoco te olvides de ser generosa con los demás; tienes que saber dar. Y no sólo para después recibir, simplemente dar y compartir. Porque nunca sabes cuándo vas a necesitar que alguien te ayude. En la ayuda sin intereses de los demás encontrarás un buen sistema métrico para poder medir cuan grandes son las dos sentimientos que impulsan a alguien a ayudar a otro: la comprensión y el amor.

El amor que nos hace estar vivos y que nos permite tener un medio de comunicación global al alcance de cualquiera y que puede entenderse en cada rincón del mundo. Las sonrisas y las caricias no entienden de idiomas, ni los besos discuten sobre religión o colores de piel; el amor es amor aquí y en la otra parte del mundo.
  
El amor es, para que te hagas una idea, cuando te despiertas por la mañana y te sientas en la cuna y yo me acerco para cogerte y tu sonríes levantando los brazos. Daría todo lo que tengo si me asegurasen que esa imagen no se borrará de mi memoria jamás.
  
Amor es no entender ninguna de las sensaciones felices que vives cada instante; cuando te sientes feliz y no puedes parar y tampoco puedes hablar para expresar con las palabras exactas lo que te pasa por la cabeza, eso es amor.
Amor también es temblar de miedo por las cosas que puedan pasar. Cosas para las que yo, por ejemplo, no estoy preparado y me dan miedo.

Tener miedo no es malo; lo malo es no saber canalizarlo para apaciguarlo. Tener mucho miedo es igual de malo que no temer absolutamente nada: en ambos casos creo que se actúa de formar inconsciente y se toman decisiones irracionalmente.

Me da miedo que crezcas porque todo pasa muy deprisa; me da miedo que dejes de ser mi pequeña. El fondo, este miedo irracional es a que crezcas y dejes de depender mí, dejes de necesitarme. Es ley de vida que cuando te hagas mayor, también se haga mayor en ti la independencia y eso ahora mismo es algo que no puedo soportar.

Igual que no puedo soportar pensar que conforme crezcas, te pasarán cosas que no quiero que te pasen; pasaremos noches en vela porque tendrás fiebre, llegarás llorando del colegio, te caerás y te harás daño, te dolerá la cabeza, alguien te hablará mal, se te caerá un diente y alguien (yo) tendrá que darte el último tirón para quitártelo… pero sobre todo no puedo aguantarme las ganas de apretar las manos si pienso en que cuando te pase algo de eso, no soy yo quien te calma. Quiero ser quien te calme el llanto y quien te cure las heridas. Quiero que sientas que siempre que pase algo, yo seré quien te cuide. Quiero ser tu héroe. Quiero que me necesites.  

Te prometo que podré curarte las heridas cuando te caigas mientras saltas, podré enseñarte matemáticas hasta que seas capaz de entender para qué sirve calcular una integral, podré cuidarte cuando tengas fiebre e incluso, también podré cuidarte cuando alguna vez te rompan el corazón por amor (a quien te rompa el corazón yo le romperé las piernas), pero siento decirte, que hay muchas cosas que yo no podré arreglar por ti. Y tendrás que estar preparada.

Y que estés preparada para afrontar las cosas solo depende de tu actitud. Sólo de eso. Es importante que uno aprenda a relativizar las cosas que pasan y darles la perspectiva que realmente le corresponde a cada vivencia que tenemos. No todo en la vida pueden ser dramas, porque los dramas de verdad existen y alguno te tocará vivir. Hay familias que se rompen porque alguien muere, hay gente no tiene trabajo o están enfermos, hay quien no tiene familia cerca porque están muy lejos. En definitiva, hay gente que de verdad tiene problemas.

Pero mientras no pasen cosas de ese tipo, nada debe convertirse en el fin del mundo. Puedes tener problemas, si, pero serán transitorios: momentos malos transitorios. Vienen y van. Vivencias malas que el tiempo se encargará de ir equilibrando entre el dolor y la supervivencia para que conforme pasen los días el punto de equilibrio se desplace hasta el extremo positivo.  

Pero intenta con todas tus fuerzas que vivir un mal momento no te quite el resto de ilusiones, porque pese a que el ser humano es así, hay que ser muy imbécil para permitir que una cosa mala se lleve consigo veinte cosas buenas.

Todos tenemos cosas buenas. Tú, yo y todo el mundo. Si hiciéramos una lista, escribiríamos rápidamente veinte cosas que tenemos buenas en la vida. Y malas, también tenemos cosas malas. Pero no vamos a pasarnos la vida de lamento en lamento. Tenemos y tendremos problemas, pero no dramas. En esta casa, hacemos esfuerzos cada día por ser felices, por dejar fuera todo lo que no nos aporta nada bueno. Y eso es lo que queremos enseñarte e inculcarte.

Me pasa a menudo, que cuando he tenido una conversación importante, personal o por trabajo, trato de rememorarla a las pocas horas, repasando cada parte de la conversación y analizando las cosas que he dicho. Siempre, el noventa por ciento de las veces, me doy cuenta de que hay cosas que hubiera dicho de otra manera, las hubiera expresado con otras palabras o que quizás, debería haber movido menos las manos. Y sé perfectamente cuáles son esas palabras que hubiera preferido utilizar.
Y todo esto pasa, porque siempre vivimos muy deprisa. Sin ensayos, sin respiros, sin preparación, sin casi ni respirar.

No nos paramos. No paramos ni siquiera a observar qué hay a nuestro alrededor. No nos da tiempo a pensar y eso, vida mía, te traerá problemas. Tienes que tratar de parar cuando todo vaya muy rápido, porque así sabrás como tienes que hacer las cosas para hacerlas bien y hacerlas con amor.

Vivimos tan rápido, que se nos olvida decirnos que nos queremos.
Vivimos tan rápido, que ni nos damos cuenta cuando hemos hecho daño.
Vivimos tan rápido, que cuando queremos disfrutar de los buenos momentos ya han pasado.
Vivimos tan, tan rápido, que te das cuenta de las heridas cuando ya son muy profundas.

En la pausa y en tu actitud tendrás la oportunidad de querer, de no herir, de disfrutar y de curarte las heridas. Y de hacerlo a tiempo.

martes, 9 de agosto de 2016

Agua en el desierto


Agua en el desierto
(O… como te protegeremos)

Ya tienes cinco meses. Y ya te ríes. Casi a carcajadas y a mi el corazón se me acelera como si tu risa me marcara los latidos. Como si en tu respiración llevaras la mía y en lugar de haberte dado yo a ti vida, me la dieras tú a mí.

Esta carta no es sólo para ti esta vez.

Vas a compartirla con tu otra mitad; la otra parte de ti. Tu mamá.

Pero no merece solo una carta compartida, sino varias sólo para ella. Por esa paciencia infinita y por ese cariño inagotable. Pero principalmente para que en esos días en los que de repente te das cuenta que todo se mantiene vivo gracias a ella, tengas algún modo de agradecérselo y que no sea con palabras habladas que siempre se olvidan, sino escritas.

Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi. Iba vestida de negro y rosa. No sé por qué, la primera vez que la tuve cerca, me dio la sensación de que tenía los ojos verdes. Desde la primera hasta la segunda vez que la vi, tuve la imagen de sus ojos (verdes) en la cabeza grabada.

Me empezó a enseñar cosas desde que nos conocimos. Ha conseguido hacer de mi un persona mejor: me ha enseñado a ser lo más sociable posible, a relacionarme con todo el mundo. Hazlo, si cuando leas esto, te cuesta hablar con todas las personas que te rodean, cámbialo, porque vas a encontrar un camino enorme delante de tus pies. Tu madre me ha enseñado a no juzgar a la gente por lo que hacen y sobre todo si lo hacen de forma distinta a como yo lo haría. No todo el mundo piensa igual ni todo el mundo actúa de la misma manera.

Tu madre ha sabido encontrar el equilibrio para darme un empujón en esas etapas de la vida en las que la autoestima está a la altura del tobillo para que poco a poco me sintiera lo más pleno posible y también en los días en los que me iba a comer el mundo, pararme los pies para no caer en la tentación de creerme por un momento que el mundo es comestible. No lo es.

Tu madre me ha enseñado a valorar la familia como una parte imprescindible de nuestra vida; al fin y al cabo la familia siempre está cuando la necesitas. Nosotros siempre te vamos a proteger.

Te vas a dar cuenta cuando pasen los años y vayas viviendo momentos malos (ten en cuenta que momentos malos los hay de mucha índole, sobre todo dependiendo de la edad que tengas), que por algún tipo de magia o simplemente, por instinto de supervivencia o protección, nosotros seremos quienes te cuidemos.

Nosotros siempre vamos a estar contigo para protegerte.

Protegerte, no salvarte. Te protegeremos de las cosas que te hagan daño y no sepas como pararlas o de las situaciones que te hagan sentir infeliz y sólo necesites que te mostremos la salida. De tus problemas, te salvarás tu sola. Siempre vivirás momentos en los que te sentirás perdida en el desierto sin saber hacia dónde ir.

Arena, arena y más arena. Problemas, problemas y más problemas. La vida en general es muy bonita, pero el día a día es tan complicado… Sólo hay que saber encontrar la salida. Sólo hay que saber encontrar el agua en el desierto.

Tu madre te enseñará salidas más serenas de las que yo te podré enseñar, al menos a día de hoy. Yo soy más vehemente y quizás, pienso después de haber hablado y de haber intentado buscar una solución tajante sin medir ni las consecuencias ni las posibilidades de llevarla a cabo.

Ten en cuenta, que querer hacer algo no es necesariamente poder… A veces no tener posibilidades reales de hacer algo, nos frustra porque no nos damos cuenta de que no podemos. No poder hacer algo no significa que fracases: sólo habrás fracasado cuando teniendo todas las posibilidades, hayas dejado de intentarlo. Que no se te olvide. Esto te va a llevar años entenderlo.

Tu madre esto lo entiende muy bien. De hecho, yo lo he aprendido de ella. No hace muchos días, me lo volvió a explicar con la ternura de siempre para calmar esa ansia de querer tenerlo todo y tenerlo ahora. Hoy. Creo que alguna vez te lo he dicho ya.
Será increíblemente mejor que fracases en algo que te gusta a que triunfes con algo que no te haga feliz.

Tu madre, y sí, soy muy pesado, entiende esto y otras muchas cosas que seguramente, cuando estés leyendo esto, te habrás dado cuenta. Ella siempre tiene algo dulce que decir aunque no pueda más.

Yo, sin embargo hago mucho más uso del silencio. Y no me ha pasado ni una, ni dos, ni tres veces que me he quedado sin palabras cuando he querido decir lo que siento cada vez que te cojo en brazos y apoyas la cabeza en mi hombro y siento como me respiras en el cuello. No porque no quiera hablar, sino porque no puedo.

No puedo hablar por esa inexplicable sensación de estar en un mundo paralelo al real donde no pasa el tiempo y voy a poder congelar el instante en el que me miras y empiezas a sonreír cerrando los ojos. Ese instante, en el que el amor se hace realidad.

Amor de tu aliento puro y limpio. Del olor al acercarme a tu boca y que compartamos el mismo aire, apretarte las manos y sentir en lo más profundo de mi que eres, no sólo mía, sino un trozo de mi. Y eso es digno de la mejor de las poesías.

Entender la vida ahora sin que estuvieras, además de imposible sería un error, porque la vida es otra vida desde que vives con nosotros; hablar con los ojos es la mejor forma de comunicación entre un padre y su hija pequeña. No hablamos no sólo porque tu no aún no sepas, no hablamos porque las palabras no hacen falta cuando la conversación está entre tus pupilas y las mías.

Nos entendemos por que tu tienes necesidades y porque yo tengo mucho amor para atenderlas.

Habla, habla mucho y con mucha gente. Que sepas comunicarte te abrirá los ojos para ver soluciones que tenías delante y que no conseguías entender y tan sólo estaban a un paso de ti.

Habla con todo la gente que puedas porque en sus palabras encontrarás la inspiración y motivación que necesites para llevar a cabo tus proyectos.

Habla incluso con quien creas que no te va a decir nada útil, porque cualquier palabra o frase, por muy corta que sea, puede desatar en ti una tormenta de ideas que te lleven al sitio donde quieres estar. Nunca se sabe.

Pero de todas formas, como soy tu padre y siempre voy a protegerte, si por un casual no sabes cómo resolver un problema, yo lo haré por ti. Y tu madre nos guiará.

El día que necesites nuestra ayuda porque solo veas dunas a tu alrededor, yo cruzaré el desierto por ti y tu madre sabrá donde encontrar el agua.

martes, 28 de junio de 2016

Camino de rosas

Camino de rosas (y espinas...) 
(O… la importancia de saber encajar la derrota)

Cada cosa que nos pasa en la vida, aunque parezca insignificante, tiene una lección preparada para nosotros para hacernos crecer (siempre y cuando sepas y aceptes las mejoras). Y que, aunque te parezca mentira, cualquier persona, sin que te lo esperes, puede ser quien te enseñe esa lección. Cualquiera puede ser tu maestro. Con que sepa algo más que tú y tú quieras aprender, será suficiente.

Tus fracasos, Alicia, serán sólo tuyos. No responsabilices ni culpes a nadie. Nunca. Incluso si crees que tienes motivos para hacerlo y están justificados, no lo hagas.
No hables mal de quien ha ganado, porque si ha ganado, es porque ha sido mejor. Pocas veces gana el atleta que menos corre o saca mejores notas el que no ha estudiado. Siempre es al contrario: gana el que corre más rápido y tiene mejor nota el que más estudia.

No te quejes en voz baja como preguntándole a la vida por qué justo en el momento decisivo no decidió ponerse de tu lado, porque no va a valer de nada. Y por supuesto, no quites valor a lo que consiguen los demás, porque su sensación de felicidad es justo la que tu querrías tener. Y seguro que también querrías que te hicieran sentir bien.

Ten en cuenta que siempre se puede hacer más y hacerlo mejor. Nadie hace las cosas de manera perfecta y si alguien cree que lo hace, no le hagas caso; seguramente esté equivocado.
Así que asume tus derrotas y asume que son sólo tuyas, porque estas van a ser la llave para que sepas asumir también tus éxitos si es que tienen que llegar.

Hay gente que vive muy tranquila y bien sin grandes éxitos. Es otra forma de ver y proyectar la vida. Te puede parecer mejor o peor, pero te diré que es más sano vivir sin querer tener demasiado éxito que vivir obsesionado por él.

He de confesar que yo he pasado (y paso a menudo) por esa fase de querer tenerlo todo y tenerlo ya. No es agradable querer correr cuando hay cosas que simplemente, de repente, llegan.

Sería bueno que entendieras, que la mayoría de las derrotas te golpean de repente. No avisan, y así, sinceramente, duelen más. Sentir que se te escapa lo que tenías como se te puede escapar el agua entre las manos, es doloroso. Es así de cruel y así de cierto. Afróntalo, no quedan más opciones… La serenidad puede ser un buen aliado. Saber que cuando una situación no tiene más alternativas que la realidad, lo mejor es levantarse y seguir haciendo camino. Nadie encuentra el camino correcto sin haberse perdido varias veces.

Que critiques a quien ha sido mejor que tú tampoco te va a servir de nada y sólo te hará  parecer prepotente y aunque en esas situaciones creas que no es posible, ser humilde te ayudará a ver las cosas de forma menos negativa.

Quien gana, en ocasiones, no controla la euforia desmedida y puede parecer que quisiera recrearse más en tu derrota que en su propia victoria; no hagas caso, todos tenemos momentos en los que el éxito nos nubla sin darnos cuenta de que sin querer podemos molestar y parecer, que estamos pecando de soberbios. Controlar las emociones es una tarea difícil e injustamente criticable, sobre todo cuando son emociones positivas.

Si aprendes a perder, aprenderás a ganar. Es así de simple.

El éxito no se mide por lo que tienes, sino por como haces uso de ello y la felicidad que te reporta. Tener muchas cosas y no saber disfrutar ninguna, debe de ser una sensación horrible. Aún así, podría dar la razón a aquellos que piensan que es más fácil recrearse en lo negativo que en lo positivo. Puede ser que estén lo cierto.

Yo estoy tratando de aprenderlo.

El fin de semana pasado, hemos estado de vacaciones por primera vez desde que has nacido. Hemos estado todo el tiempo juntos, casi sin dejar de tocarnos. Te he dormido, te has despertado cada mañana y yo estaba a tu lado para verte sonreír nada más abrir los ojos, te he metido en la bañera conmigo y entre mis piernas te hemos bañado, te he vestido, te he puesto el pijama, te he mojado el pelo cuando tenías calor y te he dado todas las caricias que me ha dado tiempo.

Pero como todas las vacaciones, sean largas o cortas, siempre se acaban. Dicen por ahí que hay una cosa que se llama síndrome postvacacional, y es que la gente vuelve de las vacaciones con ciertos síntomas de depresión por haber acabado el descanso y tener que volver a la rutina cotidiana.

¿Te imaginas qué fácil y qué bonita sería la vida si en vez de volver de las vacaciones con “síndrome postvacacional” la gente volviera con el “síndrome de la superfelicidad”? Yo he vuelvo tan feliz de haber podido pasar tantas horas contigo y haberte conocido un poco más…

Conforme vayas creciendo te darás cuenta de que vivimos muy rápido y que no disfrutamos de lo que hacemos hoy porque estamos preocupados por los problemas que vamos a tener mañana. Que no disfrutamos el último fin de semana de las vacaciones porque ya estamos pensando en el lunes siguiente.

Tu madre siempre dice que me organizo regular. Yo creo que no, pero bueno. Pero a pesar de eso, estoy aprendiendo poco a poco a clasificar las cosas en muy importantes, importantes o sin importancia. Y dedicarles el tiempo que la importancia requiere.

Irnos de vacaciones no era importante, lo que era muy importante era pasar tiempo con vosotras. Volver a casa no era importante, lo que era muy importante era volver los tres juntos después de haber estado pasando juntos todo el tiempo. Que se acaben las vacaciones no era importante, lo que era muy importante es que han sido las primeras. Y por eso, merecían un par de párrafos aquí. Para que sepas, cuando seas mayor, que en Junio de 2016 hiciste tu primer viaje.

Acostúmbrate porque la vida va a estar llena de viajes. De kilómetros de vivencias que harán que poco a poco se defina tu personalidad; seas como seas, aprende siempre a sacar lo mejor de todas y cada una de las vivencias, incluso te diría que más de las negativas que de las positivas. Pero de todas.

Me gustaría que tuvieras la capacidad suficiente para saber qué cosas son importantes realmente y cuales no lo son. Qué cosas son realmente dignas de tu atención y de tu más sincera entrega y qué cosas van a pasar por tu lado sin que tengas que hacerles caso.

Busca como modelos a seguir a quienes sean capaces de reconocer cuando han perdido y se han equivocado pero también se sientan orgullosos de haber fracaso después de haberlo intentado sin parar. Puedes perder, pero sin haber dejado de intentarlo.

Si consigues hacer eso, no sólo sabré que eres inteligente sino que tienes criterio para elegir en qué espejos mirarte y a quien confiar, aunque no lo sepa, tu aprendizaje.

Si por un casual somos nosotros tus modelos de dónde quieres aprender y un día de repente ya no ves nada más que puedas aprender, será un orgullo saber que todavía tienes mucho camino por delante para ser mucho mejor de lo que somos nosotros.


martes, 17 de mayo de 2016

Ojalá

Ojalá
(O…como te ríes. Sonríes, más bien…)

Ya tienes dos meses. Y mucho genio.

Te enfadas cuando algo no te gusta y no te piensas dos veces llorar dando gritos. Cuando lloras mucho, te tiembla el labio de abajo y sinceramente, a veces no sabemos cómo consolarte. Sigues llorando y lo único que te consuela, aunque no siempre, es sentirte pegada a tu madre hasta que consigues dormirte.
Normalmente lo que tienes es sueño. Es lo que más te cuesta: quedarte dormida. Una vez que te has dormido, pueden pasar horas, pero hasta que lo consigues, entras en un bucle que a veces parece que no se termina y vas de brazo en brazo hasta que consigues encontrar la postura para cerrar los ojos de repente.

Te hemos comprado una bañera nueva en la que no hace falta que yo te tenga cogida por la espalda y el cuello, sino que ya puedes tumbarte y estar cómoda, para ver si así te tomas al baño como algo relajante. Algunos días lo conseguimos. Otros, no tanto. Sacas genio y no hay quien te tranquilice.
Con lo que sí hemos acertado es con el secador de pelo. Te encanta. Te quedas totalmente extasiada mientras te secamos el pelo y después te lo dejamos encendido cerca. Si te hemos sacado de la bañera llorando, automáticamente dejas de llorar. A ese tipo de sonido, los llaman “ruidos sordos”. Supongo que será más o menos lo mismo que cuando yo te regañe cuando tengas quince años y me ignores; sabrás que estoy ahí haciendo ruido, pero ni caso.

Tienes mucho genio porque sabes que así tienes lo que quieres. Y porque, seamos honestos, cuando lloras, estás negociando con nosotros. Negociaciones, que tú siempre ganas, entre otras cosas, porque a ti te sobra todo el tiempo del mundo y a nosotros no. Un amigo nuestro dice algo parecido y tiene razón.
Tienes todo el tiempo del mundo para protestar por lo que no te gusta.
 
Ojalá cuando crezcas, sigas teniendo tiempo para protestar por lo que no te guste. Que tengas el valor suficiente para pelear por las cosas que piensas y por las que quieres conseguir. Esto en casa, lo vas a ver desde pequeña; no nos damos por vencidos nunca. Podemos venirnos abajo cuando algo no sale bien (yo más que tu madre), pero siempre volvemos con más fuerza. Todo es cuestión de tener ganas y de conseguir ver a largo plazo.

La frase “a largo plazo” siempre suele ir acompañada de ideas y pensamientos estructurados. Es mucho mejor trabajar poco a poco por algo que quieres y que llegue cuando tiene que llegar; a su tiempo y con la intensidad justa para que después del esfuerzo, lo disfrutes. Verás cómo es distinto a vivir con la ansiedad de querer tenerlo todo mañana. Esto lo voy a aprendiendo yo tambien. Ya casi lo controlo.
Ojalá cuando crezcas, tengas tiempo suficiente para no perder negociaciones por no tenerlo. No me refiero a negociaciones profesionales (esas ya te las enseñaré bien), sino a negociaciones de valores, de ideas y de sueños.

No creas cuando te digan que todo en la vida son sueños y que sólo hay que soñar las cosas para poder conseguirlas. Eso es mentira. Para poder conseguirlas, hay que trabajar y caminar. Mucho camino y muchos pasos. Sin pararte a tirar piedras a cada perro que te ladre. Ojalá (¡ojalá!) cuando estés leyendo esto, hayas podido comprobar que esto que te escribo es totalmente cierto.
Ojalá aprendas a afrontar los golpes tal y como vienen, que normalmente es sin avisar. Que aprendas a entender y encajar las pérdidas, no sólo las personales, sino las emocionales. Que cuando alguien deja un hueco vacío en tu esquema de vida, es porque ese hueco tiene que estar vacío y completarse por otra persona más adelante. O simplemente, quedarse vacío.

Ojalá entiendas el valor de la amistad desde pequeña; que sepas entender bien que la amistad bien cuidada te hará tener familia de distinta sangre, pero familia. Que normalmente llamamos a mucha gente amigo, pero que realmente, amigos de verdad, hay muy pocos. Tendrás suerte si necesitas una mano completa para contarlos. Dales tu amistad sólo a quienes la merezcan y te den la suya; estaréis poniendo en las manos del otro algo muy valioso: la confianza.
Me encantaría que hicieras algo grande; el otro día se lo decía a tu madre. Si ella podía imaginarse como sería que tú descubras la vacuna a una enfermedad sin cura, o que seas la ingeniera que cambia la forma de utilizar la energía, o que fueras una de las escritoras más influyentes de tu tiempo o tenista de élite.

Después me quedé pensando, cuando os fuisteis a dormir, en que realmente, a mí eso me da igual. En que yo lo único que quiero es que seas la mejor, en lo que hagas (lo del tenis es innegociable…). Me da igual en qué, pero la mejor. Que te sientas plena haciendo lo que más te guste. Que lo que hagas te reporte tal satisfacción que consigas convertir tu trabajo en tu pasión. Entonces, y sólo entonces, habrás allanado muchísimo el camino para estar completa. Para ser feliz.
Ojalá un día sin darte cuenta, suene una obra de música clásica y pienses en mí. En las horas que pasamos juntos, mirándonos fijamente hasta que duermes. Me encantaría que te gustasen las mismas cosas que a mí; compartiríamos tantas y tantas vivencias juntos. Y, ¿sabes qué pasaría si te gustan cosas distintas? Que sería mejor incluso. Ya no sólo compartiríamos vivencias, sino que compartiríamos puntos de vista e ideas. Y me imagino, que llegar al punto en que tu hija te complete los argumentos con sus propias ideas, debe de ser algo maravilloso.

Ya tienes dos meses y te empiezas a reír. Sonríes, más bien.
Voy a poner todos mis esfuerzos en que vivas sonriendo permanentemente. Se te ilumina la cara cuando te ríes y he de confesar, que cada vez que te ríes trato de imaginarte tu boca con dientes. Que consigas sacarle a todo una sonrisa, te convertirá en alguien afable y simpática; cuando yo consiga hacerlo del todo bien (que ahora mismo trabajo en eso a diario) te enseñaré a decir las cosas justo después de haber pensado todo lo que vas a decir y en el tono exacto en el que tienes que decirlo, para no quedarte corta y parecer que dudas ni para decirlo de forma brusca y que parezcas prepotente.
Encontrar un punto medio en la forma en la que te diriges a la gente cuando hablas, entre la amabilidad y la seguridad, a veces es difícil, pero cuando se consigue, la comunicación con los demás, es muy fluida y hace que las cosas sean mucho más sencillas.
 
Que sepas comunicarte con cariño va a abrirte muchas puertas y tienes que aprender a aprovecharlo;

Cuando te escribo estas cartas, no dejo de hacerme un análisis permanente a todas las cosas que hago mal, que son muchas, para ponerme de plazo para cambiarlas que tu puedas entenderme. Tenerte en casa es la mayor motivación para conseguir cambiar las cosas que no nos dejan ser felices del todo o aquellas cosas, que un pequeño esfuerzo, nos harían sentirnos muchísimo mejor.
 
Tener la obligación de educarte es uno de los mejores (y más difíciles) retos que he tenido delante y estoy seguro de que con trabajo constante, tanto tu madre como yo lo vamos a conseguir. Vamos a ser un buen equipo. El que ya somos. Y vamos a ser una familia preciosa. Como la que ya somos.

lo has convertido todo, porque antes éramos dos y contigo, nos hemos convertido en una familia.
 
Ya tienes dos meses y tienes mucho genio. Y te empiezas a reír. Sonríes, más bien.
Y cuando lo haces, paras el tiempo.


sábado, 16 de abril de 2016

Para que tu no llores.


Para que tu no llores                                                                                          
(O... como te haré sentir bien)

Hace un mes que has nacido y lo has cambiado todo.
Has llenado cada hueco vacío que podía haber en esta casa, que también es tu casa y has conseguido que vivamos únicamente pensando en ti cada segundo.

He decidido empezar a escribirte estas cartas, porque te miro fijamente y tengo ganas de hablarte y que sepas todo lo que quiero decirte.

Lo primero que quiero es pedirte perdón; porque no voy a ser perfecto. Nunca lo he sido y difícilmente lo voy a ser. A veces hago las cosas muy rápido y otras veces, no sé por qué pienso, que me cuestan un poco más que a los demás.

No soy a quien tus amigas mirarán con admiración por mi profesión o por lo que hago. Al menos de momento. No soy Juez de la Audiencia Nacional, un reconocido neurocirujano o cosas por el estilo. Lo que si sé es que cuando seas mayor y vengan amigas tuyas a casa, os haré reír. Quizás así te sientas orgullosa. Y yo me sentiré completo si lo hacéis.

Ojalá te parezcas a tu madre. Ella sabe como hacer que las cosas funcionen cuando se atrancan. Normalmente tiene la solución a problemas que yo no consigo descifrar. Sé que somos un buen equipo y que juntos conseguiremos que seas todo lo que quieras ser. De ser lo que quieras ser, te encargarás tu; nosotros nos encargaremos de darte todo lo que necesites para conseguirlo. Ahora, ya no tengo nada mío. Todo lo que te rodea en esta casa, aunque aún no lo sepas, es tuyo.

Lo segundo que quiero que sepas, cuando leas esto, es que me enamoré de ti desde que te vi por primera vez y te pusieron en mis brazos, liada en un toalla y no dejaste de mirarme fijamente durante 20 minutos. Ese rato en el que solo estábamos tu y yo, has sido el momento de mayor paz que he tenido nunca. Me mirabas casi sin pestañear mientras yo me preguntaba si justo recién nacida podía darte un beso.

Me he enamorado de cada gesto o cada ruido que haces con la garganta cuando te estiras. De cómo lloras cuando tienes hambre y de cómo protestas cuando no estás cómoda en tu cuna. De cómo, pese a tener poco más de un mes, sabes cuando estamos cerca o cuando nos hemos alejado a la habitación de al lado. Me he enamorado de tus labios cuando estás a punto de llorar porque quieres estar en brazos.

No te imaginas la cantidad de veces que me he equivocado haciendo cosas en la vida; cuantas cosas he empezado a hacer y al final no he sabido terminar. Nunca sabrás lo que van a valer mis advertencias, mis consejos y mis enfados hasta que los veas con la misma perspectiva con la que yo hoy sé en qué me he equivocado. También, cuando seas mayor, entenderás que hay cosas que nunca volverán. Y de nada te servirá llorar como haces ahora cuando quieres algo.

Por eso, desde hace un mes, nosotros, mamá y yo, vivimos pensando de forma automática en qué será lo mejor para ti y como dártelo. Para que tu no llores.

Las noches que no puedes dormir, te cojo en mis brazos y te pongo Mozart para que te relajes poco a poco y consigas dormirte. Concierto para piano n.21 de Mozart en Do Mayor. Empiezas a cerrar los ojos casi al instante y tu respiración empieza a ser cada vez más calmada. Te acuno de pie al ritmo de la melodía. Si todavía no estás dormida profundamente, y paro, te despiertas como preguntando que qué pasa, que por qué no me muevo… Y así consigo que te duermas mientras no dejo de apretarte contra mi. Hasta que se me duermen los brazos. Te arropo contra mi pecho para duermas tranquila y para que tu no llores.

Hay tantas cosas que me gustaría decirte cuando te tengo delante; tantos planes que quiero hacer contigo y tantas cosas que quiero que veas. Tantos sitios donde quiero que estés. Y también, tantas cosas y sitios que no quiero que vivas y veas jamás. Quiero que vivas siendo inocente hasta que la pequeña dosis de crueldad diaria que tiene la vida te haga ver el mundo como es de verdad.

Mientras tanto, ojalá lo veas durante muchos años con ojos de una niña.
Porque te harán daño y habrá cosas que no te gustarán y para eso estaremos nosotros, para enseñarte y para que tu no llores.

He aprendido muy rápido, en cuestión de días a ser paciente; ya no quiero que crezcas para llevarte a clases de tenis, ni que crezcas para enseñarte a sumar, ni quiero que te hagas mayor para que me pidas meterte en la piscina sin manguitos, ni quiero que crezcas para oírte protestar. Tengo tantas ganas de disfrutarte cada segundo de hoy mismo. De ahora. Hasta tal punto que hoy ya me parece mucho desde ayer.
Por cosas con estas, una de mis responsabilidades más grandes es hacerte crecer paso a paso, que no vivas más deprisa de lo que tienes que vivir y cada vivencia que tengas, sea la que tienes que tener con tu edad.

No voy a dejar que nadie te trate mal y que nadie te haga daño. Físico, evidentemente, no lo toleraré de nadie. Pero me refiero al daño de verdad; no dejaré que nadie te humille o te haga sentir mal (ni que tu lo hagas). No dejaré que nadie te mienta (ni que tu lo hagas) y te haga creer en cosas que después no pasarán. Tampoco voy a permitir que nadie se aproveche de ti (ni que tu lo hagas de nadie) y te utilice sin importar qué sientes tu. No voy a dejar pasar si alguien te habla o trata mal (o si lo haces tu).

Lee bien todo lo que hay en el párrafo anterior entre paréntesis. Ahí tienes una lista de cosas que no debes hacer. No humilles a nadie, no creas que eres más que nadie, no mientas ni creas en cosas lejanas. No seas interesada con nadie y por supuesto, no hables mal a nadie. Recuerda, que todos tenemos un mal día y normalmente, nunca sabemos cuando las personas que están cerca están teniendo uno. Sé cariñosa siempre; te abrirá muchas puertas. Lo irás viendo conforme crezcas.
(esto último, mejor que lo aprendas de tu madre, yo soy un poco menos empático que ella… Probablemente cuando estés leyendo esto, ya te habrás dado cuenta.)

Conforme crezcas nos iremos conociendo. Seguramente, llegar a conocerte bien sea uno de los mejores regalos que la vida nos pueda regalar. Conocerte, educarte, enseñarte y cuidarte.

Cuidarte mucho, para que tu no llores.